29. ene., 2022
Se prevé que estas dos sustancias sean aprobadas para su uso terapéutico por la FDA en 2023, lo que podría suponer un cambio total en el tratamiento de personas con depresión resistente o trastorno postraumático
Desde hace décadas, hemos asistido a infinidad de titulares, sobre todo en la prensa estadounidense, que daban fe de los efectos positivos de drogas como el MDMA o la psilocibina (presente en los hongos mágicos) para tratar diversos trastornos mentales. De hecho, científicos de las universidades más prestigiosas del país al otro lado del Atlántico como Michael Pollan o Rick Doblin llevan años refrendando el beneficio terapéutico de usar estas sustancias como alternativa a antidepresivos como el Prozac. Hay que tener en cuenta que Estados Unidos lleva también mucho tiempo sufriendo una crisis de los opiáceos que provoca 90 sobredosis cada día, lo que sin duda es una barbaridad, por lo que el esfuerzo de estos popes se ha centrado en descubrir fármacos mucho más efectivos de cara a reducir los síntomas de enfermedades como la depresión o el trastorno de estrés postraumático grave. Ahora, un nuevo estudio realizado por Doblin y su equipo y publicado en la revista 'Nature Medicine', vuelve a situar a estos tratamientos tan polémicos y demonizados por la medicina tradicional en el punto de mira, al conseguir remitir los síntomas de pacientes graves gracias al uso del MDMA bajo estrecha vigilancia médica, una droga de diseño más conocida como "éxtasis" o "Molly" consumida sobre todo en el ámbito recreativo y fiestero. A la par, estos resultados llegan justo después de que el 'New England Journal of Medicine' concluyera en otra investigación que la psilocibina sirve para tratar la depresión. Los científicos esperan que llegue una regulación para el éxtasis en 2023, mientras que para la psilocibina habrá que esperar dos años más para que entre en las farmacias. "Se ha producido un cambio radical en la aceptación de algo que hasta hace no mucho se consideraba como ciencia marginal" Recientemente, el 'New York Times', quizás el periódico de más renombre del mundo occidental, se ha hecho eco de ambos estudios para atestiguar que la terapia con estas drogas, que siempre han estado tan demonizadas, entre de lleno en la psiquiatría tradicional y no solo eso, sino también en el mercado financiero, convirtiéndose en una industria de primer nivel en la que los grandes accionistas de Wall Street no dudarán en invertir.
Hacia la despenalización
Doblin, de 67 años, lleva cuarenta años intentando probar la eficacia del MDMA en sus pacientes. En la actualidad, dirige la Asociación Multidisciplinar de Estudios Psicodélicos (MAPS, por sus siglas en inglés), que ha acabado siendo un gran imperio multimillonario de investigación con un equipo de 130 neurocientíficos, farmacéuticos y especialistas en regulación de drogas para encaminarse hacia esa hipotética regulación que está al caer. Pero esto solo es la punta del iceberg, ya que las mejores universidades del país, como Harvard o Stanford, están compitiendo para crear centros de investigación en psicotrópicos, así como multitud de inversores ya están financiando 'start-ups' que pretenden comercializar en el futuro estos productos farmacológicos. Mientras tanto, cada vez son más los estados que se suman a la despenalización de este tipo de drogas para su uso terapéutico y también, en algunos casos, recreativo. "Hay una gran esperanza en los psicodélicos y un reconocimiento por parte de los médicos de que necesitamos nuevas herramientas terapéuticas" "Se ha producido un cambio radical en la aceptación de algo que hasta hace no mucho se consideraba como ciencia marginal", observa Michael Pollan por su parte en el diario neoyorkino, uno de los mayores impulsores de esta apertura de la psiquiatría hacia el éxtasis o la psilocibina. Su libro, 'Cómo cambiar tu mente' fue todo un 'best-seller' tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, ayudando a quitar el estigma de estas drogas. "Dada la gran crisis de salud mental que atraviesa nuestro país, hay una gran curiosidad y esperanza puestas en los psicodélicos y un reconocimiento por parte de los médicos de que necesitamos nuevas herramientas terapéuticas". Ya son muchos los estudios que han demostrado que ni el LSD ni la psilocibina producen la más mínima adicción, a diferencia de los opioides. También está demostrado que no hacen ningún daño a los órganos.
De la lucha contra las drogas a la inversión astronómica
En cuanto al MDMA, sí que parece tener un componente más adictivo, pero si se consume en dosis muy bajas el cerebro no sufre ningún peligro. Aunque los científicos que están por la labor de demostrar sus efectos positivos no dejan de insistir en que se necesita más financiación para descubrir posibles efectos secundarios o cómo podría afectar a pacientes con enfermedades previas. El mayor riesgo, en el caso de los fármacos lisérgicos, es que se produzca en el paciente lo que se conoce como "un mal viaje", a la par que un riesgo de psicosis en personas con trastornos mentales subyacentes, como admiten algunos informes.
La otra cara de la moneda es la enorme cantidad de dinero que puede generar en el sector farmacéutico si estos productos terminan regulándose y comercializándose. Los inversores se han visto impulsados por el cambio de políticas en la prevención y el consumo de drogas, en parte debido a la aceptación cada vez mayor del país por el uso de la marihuana recreativa y también en base a la gran cantidad de muertes y dinero destinado a la guerra contra las drogas.
No hay que olvidar que el año pasado Oregón se convirtió en el primer estado en legalizar el uso terapéutico de la psilocibina, seguido de los estados de Denver, Oakland, California y Washington DC. "Si el mayor motivo son las ganancias, creo que va a haber un mayor número de percances o resultados no deseados en los pacientes" El dinero se mueve rápido y en grandes cantidades alrededor de los psicodélicos. Importantes firmas como la canadiense Field Trip Health, ha recaudado 150 millones de dólares para financiar decenas de clínicas de alta gama de ketamina en Los Ángeles, Chicago y Houston. Las compañías médicas privadas tampoco se quedan atrás: Compass Pathways, que cotiza en Nasdaq, ha reunido 240 millones de dólares para llevar a cabo ensayos clínicos de psilocibina para tratar la depresión resistente. Además, la industria psicodélica está apostando también por ofrecer experiencias únicas a sus pacientes y usuarios, con 'suites' lujosas y decoradas a propósito para las sesiones que ya se están empezando a construir en Manhattan. Una de las empresas que ya realiza este tipo de sesiones es Field Trip Health, anteriormente mencionada, lo que pasa que a diferencia de administrar a sus pacientes psilocibina o éxtasis, usan ketamina, un anestésico más conocido como "tranquilizante para caballos". Las "sesiones de integración", como las llaman, vienen después de viajes lisérgicos que tienden a durar alrededor de 90 minutos (aunque la ketamina no es una droga psicodélica, si se usa en dosis altas puede llegar a producir alucinaciones). Todos estos procedimientos se realizan de manera guiada por terapeutas acreditados que acompañan a sus clientes y pacientes en el proceso de aceptar e integrar sus experiencias alucinógenas.
¿Una próxima ola de psicosis?
Pero la euforia de estas empresas y fondos de inversión contrasta también con la del lado académico más contrario o temeroso a los cambios. Uno de los entrevistados por 'The New York Times' es Charles S. Grob, profesor de psiquiatría en la escuela de medicina de la UCLA, quien ha pasado varias décadas estudiando componentes alucinógenos y su aplicación en la terapia psiquiátrica. Según él, la prisa por comercializar estos productos en el mercado y el uso recreativo que se les pueda dar, puede provocar una ola de reacciones psicóticas entre la población.
Héctor G. Barnés
"Se necesitan protocolos rigurosos y un sistema para capacitar y acreditar a los profesionales de la medicina psicodélica", asegura Grob. "Tenemos que estar muy atentos a los parámetros de seguridad, porque si las condiciones no se mantienen de forma adecuada, existe un gran riesgo de que algunas personas se salgan de los rieles, psicológicamente hablando. Si el mayor motivo para que se pongan en marcha esta serie de proyectos son las ganancias, creo que va a haber un mayor número de percances o resultados no deseados". Doblin se defiende. "Nuestro objetivo es conseguir una buena salud mental masiva", asegura, explicando además su rechazo a que empresas privadas entren de lleno a participar del capital de su empresa. "No es para amasar un montón de dinero. Hay que reconocer que hemos hecho progresos muy rápidos, por lo que los desafíos son muy grandes. Podríamos arruinarlo en el último minuto, por lo que no lo voy a celebrar antes de tiempo".
Informaicion cedida por el Confidencial.
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